LA GARDUÑA : LA CONSPIRACION DE LOS MARGINADOS

FUENTE : http://usuarios.lycos.es/disidentes/arti86.html

Hubo un tiempo en el que los marginados estaban juramentados y mancomunados en el seno de sociedades secretas creadas para delinquir. En ese pasado, el esoterismo alcanzaba hasta los bandidos. Ritos de admisión, palabras de paso, símbolos esotéricos, gestos de reconocimiento, propias de las sociedades secretas, eran también compartidas por poderosos gremios de delincuentes. España se vió particularmente afectada por este fenómeno. Y no solo España, sino también sus colonias. No es por casualidad que la camorra napolitana nació en territorios que pertenecieron a la Corona Española; como tampoco es casualidad que la piratería operara contra el Imperio Español. Puede decirse, sin exajeración, que las sociedades de piratas y bandidos, han contribuido en gran medida a que nuestro mundo tenga su aspecto actual. El trayecto fue largo y sorprendente.

LA GARDUÑA, SOCIEDAD SECRETA DE DELINCUENTES

En tiempos de Alfonso IX y San Fernando los delincuentes se organizaron en poderosas sociedades secretas de bandidos. Perseguidos, fueron desollados sin piedad. Más adelante, en las circulares de la Santa Hermandad en el siglo XV, y en las novelas picarescas de los siglos XVI y XVII se tiene noción de «cortes de milagros» que agrupaban a mendigos, delincuentes y minusválidos, en curiosa amalgama.

Tras la caída de Granada, se manifestó una extendida corrupción en los organismos judiciales y policiales. Todo eso debió coagularse en una peligrosa asociación secreta -la Garduña- que se mantuvo durante algo más de tres siglos y que prefiguró a la maffia.

Durante el reinado de los Reyes Católicos, algunos corchetes y jueces empezaron a admitir sobornos de delincuentes; también se produjeron frecuentes abusos de autoridad. La represión contra judíos y moriscos fue para ellos una ocasión de enriquecerse. Algunos corchetes falsificaban órdenes de detención, otros procedían al arresto y requisa de los bienes de judíos y moriscos. Los abusos proliferaron entre 1492 (expulsión de los judíos) y 1609 (expulsión de los moriscos).

El Estado no existía tal como lo entendemos en nuestros días. El feudalismo había caído y los nobles locales -los únicos que podían haber atajado estos abusos- estaban contra las cuerdas por una legislación que rebajaba sus privilegios y atribuciones. Como en todo período de asentamiento de una nueva forma de Estado, se produjeron conflictos y vacío de poder. Corchetes, leguleyos y jefes de bandidos supieron aprovecharse.

TRES SIGLOS DE SECRETO

Hacia finales del siglo XV la Garduña estableció su sede en Sevilla y unas décadas después, a la vista de lo boyante de sus negocios, trece hombres elegidos entre funcionarios corruptos y bandidos de fama, se reunieron en la capital andaluza para designar puestos de mando y establecer una jerarquía en la sociedad. Establecieron contraseñas para anunciar riesgos y transmitir mensajes aun estando presos.

A finales del siglo XVU, La Garduña había abierto sucursales en Sevilla, Madrid, Toledo y Valencia. Tenía colaboradores en otras ciudades; muchos de ellos, pasaban de provincia en provincia alertando sobre tal o cual golpe. Hasta principios del siglo XIX sobornaron e integraron en su organigrama a gobernadores, jueces, alcaldes e incluso prohombres de los gremios. Sus delitos eran los más audaces de la época: raptos, violaciones, secuestro de niños, petición de rescate, desvalijamiento de diligencias, cortijos, falsificación de moneda y asesinato por encargo.

EL PRINCIPIO DEL FIN

Como toda sociedad secreta que quiera seguir siéndolo, La Garduña no tuvo documentos escritos en los primeros siglos de existencia. El principio del fin derivó de la aparición de documentos de la sociedad secreta. En agosto de 1822 se descubrieron en una casa sevillana los cadáveres de una muchacha secuestrada días antes, María de Guzmán, y los de sus tres asesinos y violadores. El dueño de la casa, un personaje influyente, confesó y delató a otros cómplices. Al parecer los tres secuestradores violaron y asesinaron a la joven sin autorización de su jefe, que les asesinó a su vez al enterarse que habían desobedecido sus órdenes. En la misma casa donde apareció el cuerpo de María de Guzmán se halló un texto manuscrito: la crónica de La Garduña. Los estatutos que jamás habían sido transcritos, las cuentas de la sociedad que nunca se llevaron a pergamino, y las actas de las tropelías sin contabilizar, amparadas durante siglos por el secreto; el error de los garduños ochocentistas fue pretender redactar una crónica «heróica» de su sociedad. Sus jefes fueron ajusticiados en la Plaza Mayor de Sevilla en noviembre de 1822. Se sabe que los mayores centros operativos se encontraban en Sevilla, Toledo, Madrid, Valencia, Jaén, Málaga y Córdoba. Jamás se sabrá el número total de afiliados; las crónicas de la época dan la cifra de hasta 26.000 entre hombres, mujeres y niños, a todas luces desmesurado. En 1825 desapareció por completo.

La leyenda y la realidad de La Garduña persistió durante todo el siglo XIX. En 1857, el Ministro de la Gobernación de la época, atacado por el Sr. Cánovas, declaró que los bandidods andaluces formaban «una vasta y formidable asociación que era preciso extirpar con energía». A mediados del siglo, delincuentes portugueses, juramentados, robaban en Iglesias castellanas. Zaragoza albergaba una sociedad de jugadores de azar; el tahur que perdía todo su caudal recibía una pensión del resto de cofrades hasta que se recuperaba, curioso sistema que prefigura ciertos aspectos de la Seguridad Social. El 24 de octubre de 1865 el diario «El Universal» hablaba de una asociación de secuestradores que contaba con un Comité Directivo formado por personas de posición y rango. Se decía que el jefe de la tenebrosa asociación era un presbítero…

BANDOLERISMO: ORIGEN Y DEGENERACION

Es preciso desvincular este tipo de delincuencia del bandolerismo histórico del siglo XVIII y XIX. La palabra «bandolero» es significativa sobre la extracción de sus gentes. Bandolero deriva de «bando» (facción, grupo que toma partido por una causa u otra); «bandera» es la enseña de un bando y «bandería» el lugar de reclutamiento. Bandido, si bien ha pasado a tener un sentido despectivo, es el que actúa bajo una bandera, pertenece a un bando o bandería. Se trata de términos esencialmente políticos. Aparecidos entre el siglo XVII y XIX, estas «banderías» solían tener -como cualquier otro gremio- signos de reconocimiento, ceremonias secretas de admisión y ritos específicos. Constituyeron verderadas sociedades secretas.

Las luchas entre nyerros y cadells en Cataluña, genera, acto seguido, movimientos de «bandidos». Las partidas de la guerra de la independencia no siempre se desmovilizaron tras la retirada del francés y los movimientos liberales y carlistas actuaron como verdaderos bandidos (lo eran en tanto que bandos sostenedores de distintas causas). Ante estos grupos no estamos ya en presencia de organizaciones tradicionales de carácter neo-gremial como en las «Cofradías de Mendigos», la «Corte de los Milagros» o la pirata «Hermandad de la Costa»; tampoco estamos en presencia de una oligarquía sin escrúpulos que manipula a mendigos y pequeños delincuentes, como La Garduña; estamos ante de combatientes políticos a los que solo la adversidad y el afán de supervivencia, han arrojado a la marginalidad.

En algunas partidas de bandidos del XVIII y XIX encontramos verdaderos jefes con carisma y valor suficientes para ser respetados, no solo por sus hombres, sino por sus propios enemigos; partidas que robaban al poderoso, no para distribuirlo, sino para sobrevivir en una sociedad hecha por los poderosos y para su beneficio; gentes, en muchos casos, nobles, verdaderos hombres de armas, que tenían, en la clandestinidad e ilegalidad, vivos y activos los principios de honor y lealtad, sacrificio y camaradería, y cuya fama transpasó las órdenes de captura de la Santa Hermandad, arraigando en la mitología popular como seres de virtudes excepcionales; en algunos de ellos -especialmente en los jefes de algunas partidas carlistas y entre bandoleros catalanes surgidos de las luchas entre nyerros y cadells- se percibe incluso un espíritu aristocrático y heroico. Todo eso desaparecerá en las décadas siguientes. Cuando la marginación deja de ser causada por motivos políticos (identidad con un ideal), religiosos (defensa de la propia confesión), pasa a serlo solo por motivos sociales primero (reivindicación del propio derecho a una vida digna) y luego por motivos meramente economicistas y hedonistas (el deseo, no de vivir una vida digna, sino de vivir de espaldas al heroismo cotidiano del trabajo bien hecho, sin gloria, fama, ni prebendas), sin medida ni autocontrol y con características literalmente luciferinas. Hoy hemos alcanzado ese último estadio, presente ya en nuestra historia desde principios del XVI.

LA SAGRADA BANDERA NEGRA

La piratería contra España, estranguló el comercio con ultramar y obligó a redoblar esfuerzos en la protección de los barcos de mercancías. Amamantada por Inglaterra y beligerante contra España, la piratería terminó por volverse contra sus mentores y crear graves problemas a sus mentores en las colonias norteamericanas. La piratería está en la base de la independencia de los EE.UU. Un somero examen de la piratería demuestra la existencia de «fuerzas ocultas» que hicieron discurrir a la piratería por unos canales siempre identificados con utopías y comportamientos luciferinos.

El origen de la pirateria caribeña es casi desconocido. En los siglos XVII, XVIII y hasta bien entrado el XIX, existieron «ideales piratas» dignos de tal nombre e incluso proyectos político-sociales utópicos protagonizados por por hermandades piratas. El negro de su bandera, con la calavera y las dos tibias, son un emblema suficientemente significativo que nos dice mucho acerca de su inspiración. El símbolo del color negro, relacionado con la muerte, queda reforzado por la calavera y las tibias cruzadas.

Este símbolo estaba asociado en Nueva Inglaterra a la defensa contra los vampiros. Los cadáveres de las personas consideradas vampiros eran enterrados con las tibias cruzadas y la cabeza cortada. Se tenía al vampiro como poseido por el demonio. Situar el cráneo entre las tibias, en los enterramientos, era el signo mediante el cual el diablo reconocía a los suyos; ningún inocente sería llevado al infierno por equivocación. Elevar la bandera pirata con el mismo símbolo, al que se añade el negro de la muerte, supone anunciar conscientemente la filiación luciferina de la piratería.

Los piratas llamaban a su pavellón «Jolly Rogers». «Jolly» es la transcripción fonética de «Holly», sagrado; en cuanto a «Rogers» es posible que se trate del nombre de uno de los millares de extremistas religiosos que, entre 1640 y 1650, huyeron de Inglaterra y se refugiaron en El Caribe, entre Barbados y Jamaica. Arruinados, aislados y exiliados por sus ideales igualitarios y revolucionarios, sobrevivieronn gracias a la piratería. El famoso Daniel Defoe, escribió «La vida de los Piratas más ilustres» firmado con el seudónimo de «Capitán Johnson». Defoe, el autor de «Robinsos Crusoe», había sido puesto en la picota por sus ideas político-religiosas extremistas.

LA PRIMERA SOCIEDAD DEMOCRATICA E IGUALITARIA

En pocos años el exilio forzado en el Caribe hizo que los extremistas religiosos puritanos cambiaran sus orientaciones religiosas. Despechados, cambiaron a Dios por el Diablo, y reforzaron su odio contra el orden establecido, afianzando sus ideales utópicos y libertarios. Así pueden entenderse muchos elementos de la «ideología» pirata y su forma de organización, absoluta y sorprendentemente democrática. El capitán pirata, por ejemplo, era elegido en asamblea general. Podía ser revocado por cobardía o crueldad y se alimentaba del mismo rancho que sus hombres. Antes de zarpar, el capitán y la tripulación debían firmar un «contrato de caza» que definía las reglas, reparto del botín y distribución de la autoridad. Un «cabo de marineros» asumía la representación y defensa de la tripulación. A él y al capitán le correspondían una parte y media del botín, al resto de la tripulación una parte. Si el capitán fallecía, caía preso o daba muestras de incapacidad, lo sustituía un consejo emanado de la asamblea general.

Una parte del botín iba destinado a engrosar el fondo común de la «Hermandad de la Costa», nombre de la cofradía pirata. Al contramaestre le correspondía administrar ese dinero destinado a heridos, mutilados y jubilados. Los piratas recibían ayuda por la pérdida de un dedo, el brazo, pierna u ojo. Nadie era embarcado a la fuerza. Sin embargo, si aceptaba embarcar, la disciplina era férrea y quienes no consentían ser sometidos a la «ley común» eran abandonados en islas desiertas.

Los nombres de Barbanegra, Henry Morgan, Stiff Bonnet, Edward Teach, John Rackman, evocan crueldad y violencia. Barbanegra, cuyos ataques de furia homicida eran comparables a posesiones demoníacas, encendía mechas en su barba para aterrorizan al enemigo. En cierta ocasión cortó los labios a un prisionero y se los comió; en otra cortó las orejas a un oficial inglés y obligando a comérselas con sal.

PIRATAS LUCIFERINOS EN EL NACIMIENTO DE LOS EE.UU.

Los disidentes religiosos del siglo XVII se encuentran en el punto de partida de dos fenómenos: el debilitamiento del Imperio Español y la formación de los Estados Unidos. Si la piratería estranguló el comercio entre España y las colonias, también fue determinante para la emancipación de las colonias de Nueva Inglaterra. Los colonos recibían de los piratas aprovisionamiento libre de aranceles y tasas. El famoso pirata Jean Laffite, luchó con Jefferson contra los ingleses y antiguos marinos se alistaron bajo la nueva bandera americana.

Cuando Inglaterra insistió en mantener el monopolio del comercio con sus colonias, abrió el camino para que Boston, Rod Island y Nueva York, fueran aprovisionadas por los piratas establecidos en Nassau y New Providence, a pocas millas de las costas norteamericanas; sus precios eran más baratos, sus mercancías, mejores. Por lo demás, muchos colonos habían compartido militancia en los grupos puritanos extremistas del siglo XVII y se exiliaron hacia el Nuevo Mundo. De los puritanos descendientes del «May Flower», partió la independencia americana. Los piratas habían surgiodo de la misma familia ideológica.

Pero había otro elemento común que la piratería compartía con la naciente «ideología americana»: el concepto de igualdad a ultranza. Ya hemos visto que las constituciones y reglas piratas eran absolutamente democráticas. Allí donde ondeaba el «Jolly Rogers» reinaba la igualdad y la libertad. Se trataba de una sociedad próxima al anarquismo moderno. Los piratas intentaron en El Caribe crear un Nuevo Mundo, armados con la convicción de defender una causa justa, político-religiosa, que se traducía en ideales libertarios.

Su expulsión del Viejo Mundo supusieron un trauma para los puritanos. A sus temas religiosos se añadió un calado político-social. Querían venganza, «revenge», contra una sociedad que no los admitía en su interior. «Revenge» fue el nombre de muchos buques piratas (así se llamaba el de Barbanegra y el de Steef Bonnet) y su grito de abordaje.

La piratería fue un fenómeno de revancha social, sangriento, irracional y luciferino. El pirata Bellamy tenía muy presente una concepción de la piratería como surgida de la lucha de clases; insultaba a unos prisioneros: «No sois más que marionetas rampantes que aceptais ser gobernados por leyes dictadas por los ricos». Y luego añadía: «Esos crápulas nos condenan cuando solo nos diferencia que ellos roban a los pobres amparados en sus leyes y nosotros saqueamos a los ricos amparados en nuestra valentía».

LA AVENTURA RELIGIOSA DEL CAPITAN MISSION

En décadas posteriores, incluso hasta bien entrado el siglo XIX, esta conjunción entre extremismo surgido de un proyecto religioso fracasado, que conllevó persecuciones y marginalidad, seguirá siendo una constante. A principios del siglo XVIII, François Mission, oriundo de Provenza, se lanzo a la mar. Un biógrafo dice de él que «su filosofía social, aunque cruda y extraña, era democrática y la pasión más profunda en su vida era el amor por el hombre». Se hizo pirata. En Italia buscó alivio en el confesionario y conoció a Piero Caraccioli, un extremista religioso, en plena efervescencia intelectual.

Caraccioli, examinando su época, sostenía que la «Creación» había fracasado y había que repensar de nuevo el mundo. Caraccioli quería «rehacer la Creación»; colgó los hábitos definitivamente y se embarcó con Mission; después de un combate con un barco holandés, los dos socios se hicieron con el control de su buque, el «Victoire». Caraccioli se dirigó a la tropa: «… habéis hablado, a menudo, ocasiosamente, de no querer estar sujetos a ningún rey, sino ser ciudadanos libres en un mundo mejor, en el ual la libertad y la igualdad de derechos prevalecieran. Habeís deseado una República ideal. Ahora está aquí». El barco fue rebautizado «La República del Mar».

Caraccioli y Mission prohibieron la bebida y la blasfemia a bordo. La ley de oro era la igualdad y la libertad. Capturó a esclavos negros y los hizo ciudadanos de su República anfibia. En las islas Comores construyeron Libertaria, su república pirata. En su primera proclama se decía: «Nos dedicaremos a esparcir la libertad y el amor a la libertad, la tolerancia y el amor a la humanidad de cualquier fe y de cualquier color». En un abordage consiguieron una imprenta y enseñaron un nuevo idioma, preludio del Esperanto. Al principio aceptaron la castidad, pero tras abordar un barco que trasladaba 100 mujeres a La Meca, la poligamia fue permitida.

Dirigida por Caraccioli (italiano), Mission (francés) y Thomas Tew (norteamericano), la comunidad cosmopolita prosperó durante unos años, hasta que los indígenas la asaltaron e incendiaron. Pocas semanas después, Mission se hundió con su barco.

DE LA PIRATERIA AL MANIFIESTO COMUNISTA

A estas alturas están claras las relaciones entre los principios de libertad e igualdad y los ideales piratas. Lo que los piratas caribeños no consiguieron -establecer una república libertaria- se plasmó en la Constitución Americana y en la Declaración de Independencia.

Los ideales piratas, por su extremismo y estilo violento, sanguinario y cruel, no pudieron captar más allá de los primeros filibusteros, los disidentes religiosos exiliados y las tripulaciones de navíos capturados que habían sido embarcados contra su voluntad. Místicos perseguidos, soñadores de una nueva edad de oro, prefiguran los movimientos anarquistas y comunistas del siglo XIX y su fracaso es, así mismo, el de estos ideales.

No es sin duda por casualidad que Jean Laffite, último «rey de Galvestone», pirata de pro, ya muy anciano, financió la primera edición del Manifiesto del Partido Comunista.

El espíritu del Imperio Español entraba en flagrante contradicción con la «ideología» pirata. El Imperio, cualquier idea Imperial, es, por definición un concepto vertical y jerarquizado, organizado en torno a un ideal encarnado en un personaje -la figura del Emperador- a la que se atribuyen rasgos no humanos, superiores. En torno a esta idea y a su coagulación, se ordena el todo. La autonomía de cada parte es posible en función de su identificación con el todo. La idea imperial, por tanto, es lo opuesto a la promiscuidad democrática e igualitaria. Donde se cruzan pirateria e Imperio, surje el conflicto. Tras ser desarticulado el comercio con ultramar, la piratería volvió su vista hacia las colonias de Nueva Inglaterra.

Gracias al contrabando procedente del desvalijamiento de navíos, la piratería facilitó, más que ninguna otra institución -salvo la masonería- la emancipación de las colonias inglesas y un giro en la historia. Cayó primero el Imperio de los Hidalgos, luego el de los Comerciantes ingleses; finalmente nació un imperialismo. El último capítulo del ciclo moderno es, en definitiva, el momento álgido de la ideología americana.

[RECUADRO FUERA DE TEXTO]

LA ORGANIZACION INICIATICA DE LA GARDUÑA

Desde el siglo XVI la Garduña estableció tres grados similares a los de cualquier otro gremio, aprendiz, compañero y maestro. El grado de aprendiz, por ejemplo, estaba compuesto por chivatos, coberteras y soplones. Los chivatos espiaban simplemente a personas, las coberteras, mujeres de mala vida, servían en casas nobles y los fuelles o soplones eran espías de avanzada edad y aspecto honorable. Este primer grado no tenía otra finalidad que la de espiar y dar informaciones que otros grados superiores aprovecharían con finalidades delictivas.

El segundo grado, podría decirse que era el de los ejecutores. Compuesto por floreadores, punteadores y guapos, los primeros eran asesinos a sueldo; sabían que si fallaban un golpe la Garduña los eliminaría. Los punteadores eran asesinos especialistas; los guapos, duelistas y espadachines mercenarios.

El grado, más elevado, finalmente, era el de dirección. La jerarquía máxima de la sociedad estaba presidida por un Gran Maestre o Hermano Mayor; los capataces eran los responsables locales y los ancianos tenían como misión recordar a los afiliados el reglamento y cuidarse de la administración.

El símbolo de reconocimiento eran tres puntos tatuados en la palma de la mano. Este símbolo ha pasado a la camorra italiana y, al mismo tiempo, es patrimonio de otras sociedades secretas como la masonería.

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